Escribir poesía urbana es fácil, tan sólo tienes que nombrar muchas veces asfalto y hacer metáforas grises de cemento sobre ataúdes y semáforos. Claro que antes hay que añadir un par de niñas anoréxicas mendigando sueños desde un escaparate lleno de ángulos suicidas. Estudiar y comprender lo siniestro de las calles llenas de colillas y de los cruces pintados (la hierba pintada de gris y blanco siempre se vuelve roja). Hay que observar a esos jóvenes que salen de los portales desnudos de inocencia caminando por la acera con los calcetines puestos. Esos que se clavan inexperiencia en cada paso mientras los hombres de los paraguas esquivan los cristales y los niños juegan con los chicles pisoteados. No debes olvidarte de los taxis y su escuadra de palomas arco iris que recorre la ciudad presentando su función a voz en grito mientras nosotros, las polillas, giramos en torno al neón.
Ya veis que fácil...